"Es hora de empezar el movimiento de la escuela lenta" (Maurice Holt)Otros idiomas: Català

miércoles, 27 de enero de 2010

¿Empezamos a poner en práctica la educación lenta?

Recibo constantemente correos electrónicos y comentarios de personas --la mayoría maestros y maestras, pero también alguna madre de la escuela-- que me dicen que están absolutamente de acuerdo con el libro y con los principios de la educación lenta..., pero que la dificultad está en ponerlos en práctica. ¿Por dónde se puede empezar? ¿Realmente es posible? ¿Hay alguna escuela que los esté aplicando?

Ahora el reto es este, precisamente. La reflexión general que planteamos en el libro es muy necesaria, pero también lo es empezar a hacer propuestas que sean factibles y que planteen, a la escuela real de cada día, qué podemos hacer para poner un poco de cordura en una situación que, seguramente, no acaba de satisfacernos.

Hay muchos aspectos de la realidad que podemos considerar fruto de la aceleración que padecemos o, dicho de otra manera, de la concepción cuantitativa y tecnicista del tiempo en la educación. Analizar a fondo esos aspectos es una labor inmediata que debemos llevar a cabo para, a continuación, empezar a hacer propuestas concretas que puedan mejorar, aunque sea parcialmente, una situación que no nos gusta: currículos sobrecargados, aprendizajes antes de tiempo, horarios excesivamente llenos, presión de sectores de las familias y de la sociedad, obsesión por conseguir resultados, ritmos frenéticos, falta de tiempo para el trabajo en equipo, precipitación y poca previsión en la política educativa...
Para hacer frente a estos desajustes, uno de los caminos posibles pasa por la nueva concepción del tiempo que proponemos. Pero como no podemos empezarlo todo ni hacerlo a la vez, nosotros también debemos ser sostenibles en nuestras actuaciones.

Un esquema posible de trabajo para las escuelas podría ser el siguiente:

• Reflexión sobre los planteamientos generales que proponen los principios de la educación lenta.
• Análisis de los aspectos de funcionamiento real de la escuela en sus distintos ámbitos (aprendizajes, trabajo del equipo de maestras y maestros, ámbito de relación con las familias y la comunidad...) y diagnóstico para elegir una, dos o, como máximo --si logramos un alto grado de consenso--, tres propuestas concretas para desarrollar.
• Desarrollo de un buen plan de implantación de la propuesta o las propuestas, con un buen seguimiento y la revisión correspondiente.
• Mantenimiento, paralelamente, de un buen nivel de información y difusión para favorecer la implicación de la comunidad en la propuesta de trabajo.
¿Es posible este esquema de trabajo? ¿Nos animamos a avanzar en esta dirección?
Un apunte más para el diagnóstico: a la hora de priorizar hay que tener en cuenta el grado de importancia qua otorgamos a las propuestas, así como el grado de viabilidad (si son inviables, ¡mejor ni intentarlo!).
Además de reflexionar sobre las ideas que plantea el libro, que seguramente se pueden concretar, matizar, mejorar…, hay que ver cómo se pueden aplicar y qué ejemplos prácticos pueden darse para mejorar la situación de la educación y de las relaciones entre alumnado, profesorado y familias con relación al tiempo. Si no lo hacemos, todo puede quedar en una propuesta muy bonita pero irrealizable. Así pues, ¡tenemos trabajo!

Joan Domènech
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